Hace millones de años, la corteza terrestre se solidificó, emanando los minerales del centro del planeta a la superficie. Al ser las temperaturas muy elevadas, se generaba la evaporación de los minerales. Al pasar los años y descender la temperatura, el agua que estaba en la atmósfera se precipitó en forma de lluvia, creando los lagos y mares. Este proceso continúa en nuestros días, con el nombre de ciclo hidrológico.

La lluvia dependiendo de donde cae, sigue diferentes caminos:

  • Si el terreno está formado por rocas porosas, se filtra a través de ellas, creando aguas subterráneas que crean o alimentan pozos, manantiales, ríos y lagos.
  • Aumentando el volumen de ríos, lagos y mares.
  • Alimentando las plantas.

Al ser dos terceras partes del planeta mares, es lógico que la mayor parte de la lluvia acabe en ellos, ya sea por precipitación directa o a través de líneas de drenaje natural. Debido a la acción de la gravedad, toda el agua que cae, ya sea a través de ríos exteriores, subterráneos o torrenteras termina llegando al mar. Este modo recibe el nombre de drenaje natural. En su camino arrastra también los minerales, los cuales provocan la salinidad del mar.

El agua tiene un índice calorífico elevado. Esto significa que le cuesta variar su temperatura. El agua del mar, al ser tan grande su volumen y contener grandes cantidades de minerales, es menos susceptible a los cambios de temperatura. Por ello los mares tienen una función muy importante en el clima.

El ciclo es interminable, cuando el sol calienta el agua de la superficie, la evapora hacia la atmósfera. Volviendo a condensarse en forma de lluvia y repitiéndose el proceso. En resumen, el ciclo hidrológico se divide en cuatro fases principales: condensación, precipitación, filtración y evaporación.

Dependiendo de la temperatura el agua posee tres estados:

  • Liquida: formando manantiales, ríos, mares y lagos,
  • Sólida: nieves y glaciares, y
  • Gaseosa: mezclada en la atmósfera.

El agua potable que existe en las ciudades viene de dos fuentes: las aguas superficiales, tales como ríos, lagos y embalses, y las aguas subterráneas, de las fuentes y pozos. Pero esa agua, no está preparada aún para ser consumida. Usando diferentes sistemas de filtración y añadiendo sustancias coagulantes se eliminan los posibles contaminantes. También se añaden desinfectantes que eliminen los gérmenes y bacterias causantes de posibles enfermedades. Gracias a todo ello se obtiene un agua óptima para el consumo.

El agua potable debería ser incolora, inodora e insípida. Pero esto no es verdad, existiendo grandes diferencias entre el agua de un manantial y la que sale del grifo. También el lugar hace que cambie sus características: no saben, ni huelen igual. En algunas personas, les afecta al organismo beber un agua diferente de la habitual, ya que los microorganismos que contiene la nueva pueden no ser los mismos, necesitando adaptarse.